VI.
Confesiones cruzadas.
Lo que me conto a continuación fue algo difícil de creer pero
que, en su locura, encajaba perfectamente con todo lo que había oído oreja
pegada en esas extrañas noches de placer enfermizo. Pero era la imaginación
enferma de alguien afectado por un trauma severo como el suyo. Me duele
admitirlo pero no había duda, Irma estaba completamente loca.
Según ella todo su periplo empezó con el descubrimiento del cuadernillo
sangriento e indescifrable. El mismo se encontraba en una localidad olvidada de
C.B.B.A. Lo hallo en una de sus viajes de “investigación paranormal”. Supuestamente
su propietario y creador era un tal Parnezu, no sabía nada mas de él y si lo hacía
no me lo conto. Solo ella conoce sus razones.
No estaba en condiciones de presionarla más, deje que
continuara su increíble relato.
Luego de estudiarlo arduamente se dio cuenta que comprenderlo
sería poco más que imposible. No obstante, aquella criptografía extraña e
ilustraciones aberrantes eran simplemente irresistibles para alguien con sus peculiares
gustos así que, siguió intentando. Trato y trato pero nada parecía revelarle un
avance. Su impotencia le carcomía por dentro y la deprimía como nunca. Pero había
algo que le motivaba a continuar el esfuerzo, algo prometedor, algo que había
estado buscando desde siempre. Siguió intentando.
Lo consiguió después de medio año de confinamiento
autoimpuesto. Las letras de claro origen sarcelio (lo único que logro
averiguar) empezaron a susurrarle. Ya no tenía que intentar traducirlo. El libro
se había adaptado a ella, trataba de entregarle un mensaje. Su mensaje.
La verdad eso me sonaba a una retorcida visión de cita por
internet. Decidí no decirlo en voz alta.
Entonces las palabras de Anfitrión se le manifestaron por
medio de varios sueños vividos que no se molesto en narrarme. En el último de
ellos le había propuesto un acercamiento más, personal. Le indico que tenía una
labor que cumplir en Sucre y que deseaba conocerla antes de concretarla. La
esperaría en el edificio sucio, piso treinta y dos, departamento número tres (que
actualmente habitaba). Irma, embelesada hasta el límite, siguió sus
instrucciones al pie de la letra.
Una vez en el lugar las letras del cuaderno le ordenaron
quemar una gran cantidad de inciensos que debían ser previamente preparados a
mano. Hecho esto trazo un círculo enorme con cera blanca en un territorio
plano, la pared. Finalmente se le ordeno recitar un extraño párrafo conformado
por palabras profanas que articulo a la perfección pero jamás comprendería.
Fue en la oscuridad de la noche cuando paso lo inimaginable.
La pared empezó a mostrarle imágenes opacas (obnubiladas por
el humo de los sahumerios), como en la pantalla de un celuloide antiguo. Después
de un tiempo las formas se movían, fluctuaban y tomaban consistencia concreta.
Finalmente le pareció observar un video.
Pero, ¿Qué fue lo que vio exactamente? Paisajes. Lugares
inimaginables, algunos fantásticos y hermosos, otros grotescos y horrorosos. Eran
superficies de mundos distantes, me dijo, mundos que nunca podrán ser sondeados
o visitados por ningún humano. Algunos pocos eran planetas de nuestro sistema
solar, otros estaban mucho más alejados y la mayoría no pertenecían a nuestro
“plano”.
-
Por las rocas de hielo cristalizado
de Cantor. Por la superficie maldita de Algol. A través de las grietas del moribundo
Vigenko.- Decía mi
amiga con tono poético pero desquiciado.-
Por Caronte el guardián de los impíos secretos de Plutón -, por la destructora Deneb Kaitos, por los
montes de la enemiga jurada, ¡Obraokua! Se acerca dos veces y se aleja tres.
Sus palabras eran cada vez más extrañas. Para un aspirante a odontología
como yo simplemente carecían de sentido. Mis conocimientos en astrología solo
se comparan con los de habla japonesa que tengo, o mejor dicho que no tengo. No
obstante recuerdo su gusto fanático por mundos inalcanzables, un pasatiempo
sano que tenía en el colegio. ¿Ahora también formaba parte de su locura?
Supongo que en ese punto era irrelevante.
Un paisaje cada noche, me dijo, seis en total. Su duración
visual variaba entre tres a cinco minutos más u menos y además el sonido era
inexistente. El actor principal siempre era el mismo. Un imponente tigre
purpura con varios ojos e inquietantes apéndices. Corría febrilmente por el
extraño terreno, si acaso descansaba nunca lo había visto.
-
Como si deseara salir pero no
pudiese, querían matarlo…- Me decía con lágrimas brotando de sus hermosos ojos café claros.
Era una criatura sublime, me dijo, asentí al recordar sus
cuadros. Irma no tenía idea si las tribulaciones que le mostraban podrían tener
alguna conexión con ella, pero sentía gran afinidad por el protagonista
atigrado. Intento retratar al felino una y cien veces pero los resultados nunca
eran de su completo agrado. Eran vanos y carentes de esencia, no reflejaban las
emociones que ella desbordaba cuando atestiguaba los “videos”. Entonces
descubrió el problema, la pintura no le hacía justicia, era corriente y común. Lo
que deseaba plasmar era algo magnificente y de matices impresionantes, nada de
lo que hiciese parecía estar a la altura de ese reto. Su impotencia la consumía
y deprimía. Fue así que en un arrebato de “genialidad” ideo un truco, agregar
su sangre y la mescolanza fue perfecta.
Tal vez estaba loca pero el amor es ciego. Yo estaba cada
segundo más enamorado de ella. No me importaba su cuerpo o su estado mental,
solo quería protegerla de lo que sea que quisiese hacerle daño. Me aproxime a
ella de manera sutil para evitar interrumpirla, algo inútil ya que se
encontraba totalmente abstraída en su historia. Podría acercarme bailando
morenada y apenas se inmutaría.
Continuando con su relato…
Fue el séptimo día. Luego del usual rito nocturno. El horror de
horrores finalmente llego a su vida. Anfitrión realizo por fin su primera
aparición ante la excitable mirada de Irma.
-
¡Entro a través del círculo!
¡Campante y sonriente!- Grito eufórica y oprimiéndose con fuerza la parte donde estaba y ya no
estaba su brazo. Tuve que abrazarla y calmarla pero no llame a ninguna
enfermera. Realmente deseaba saber el final de su historia. ¿Morbo quizás? La
verdad es que el relato estaba tremendamente interesante.
Según ella, Anfitrión no era un humano. Ni siquiera un
demonio o extraterrestre, parecía estar ciegamente convencida de ello. Después
de todo lo ocurrido aun no lo sabía con certeza, solo tenía leves hipótesis. Seguro
era la aterradora combinación de todo lo anterior citado, al menos físicamente dijo.
No obstante fue amor a primera vista. Quedo locamente
embelesada por el atractivo grotesco que tanto soñaba. No sabía muy bien si era
a causa de sugestión, empatía, hipnosis o porque carajo, pero lo amaba y sabia
que también él la amaba a ella.
Hablaba castellano y lo primero que le pidió fue que lo
llamase Anfitrión. No le dijo nada más de él excepto que no podía verla en las
mañanas o tardes por su propia seguridad.
Solo lo haría en las noches y por escaso tiempo, tampoco le explico el
motivo. Ella accedió de muy buena gana, como se tenía que esperar de alguien
con sus gustos y aficiones.
Parece que el monstruo sabía mucho sobre la cultura humana pues
hablaba de forma refinada y bien actualizada. Le prometió llenarla de dinero
siempre y cuando obedezca lo que le había dicho, y sobre todo, jamás la
traicionase (nunca supo cómo podría traicionarlo y aun sabiéndolo, jamás le
hubiera hecho eso a alguien que amaba tanto). Me dijo que todo lo que él le otorgaba
lo guardaba en una cajita en el banco y solo retiraba lo necesario, después de
todo no quería llamar la atención de ningún codicioso. Con su envidiable
situación financiera hubiese dejado el asqueroso departamento hace mucho, pero
sabía que solo podría ver a su amado en ese sitio. Esto, cree ella, debido a
que a Anfitrión se le habría encargado completar una tarea en el edificio y
este la retrasaba a propósito para mantener su sórdida relación. La naturaleza
exacta de esa misión le es completamente desconocida, no se habría animada a
indagarlo a fondo pues realmente no le importaba mucho.
Antes de darse cuenta lo tenía en la cama copulándola. Al
principio fue muy doloroso, me dijo, su fisionomía incompatible con la suya
tornaba… (No quise atender muy bien esta parte). Después de un tiempo empezó a
golpearla e imprecarla. Solo lo hacía en el acto sexual así que Irma creyó que
se trataba de una actitud común entre los de su especie y se lo dejo pasar. Se
habituó rápidamente y después de un tiempo también empezó a gustarle. Pero
Anfitrión también tenía otro vicio. La bebida. Se tomaba botellas enteras que ella
compraba cada tarde y según cuenta, le afectaban como a una persona cualquiera.
Ella no se atrevía a sonsacarle secretos en su habitual estado de embriagues,
no porque no tuviese curiosidad pues esta no le faltaba. Esperaba pacientemente
que él estuviese listo y dispuesto a decírselo todo por gana propia. Como toda
mujer enamorada haría.
La visitaba casi todas las noches. Podía entrar a nuestro
mundo luego que ella terminase un ritual protocolar a una determinada hora
pactada. La mayoría de las veces, “estaba con ella” una o dos horas y luego del
maltrato se marchaba diciéndole lo especial que era y cuanto la amaba. Siempre
le dejo dinero como si de una prostituta se tratase. Las contadas veces que no
se veían eran cuando él así lo decidía. Si eso pasaba Irma obviamente no
efectuaba el ritual y se dedicaba a pensar en su amado y el maravilloso espacio
que ella ocupaba en su vida.
De pronto detuvo su relato. No había que ser un genio para
dilucidar lo que se venía. Le tome de la mano delicadamente y la frote para calmarla.
Ella me aferro con más fuerza.
Era momento de rememorar su ruptura.
El día anterior al, suceso, Anfitrión se habría excedido con
los golpes y ella no se sentía con fuerzas para poder aguantar el maltrato (fue
justo la ocasión que trate de espiarla y me acobarde frente su puerta). No izo
el ritual habitual, ¿quien la culparía? Prefirió descansar. Tal vez así le
bajaría la hinchazón y le sanarían las heridas en la espalda que él había
provocado. Se disculparía cuando estuviese mejor. Pensó que la comprendería.
Gran error.
¡Un error catastrófico! Pasadas dos horas de la hora protocolar,
Anfitrión estaba de pie furibundo en el departamento. Irma se encontraba
durmiendo tranquila cuando de improviso sintió tremendo golpe seco en el
estomago.
-
¡MALDITA PERRA TRAICIONERA Y
MENTIROSA!- Había
dicho al momento de efectuar el poderoso porrazo. - ¡TE CONFIO TODO Y ASI RESPONDES!- Bramo cacheteándole la cara.
Me conto que de repente todo el amor que sentía por la
asquerosa criatura se convirtió en miedo. ¡Terror! Estaba sorprendida, había
llegado a nuestro mundo sin su ayuda. Eso significaba que ahora podía hacerlo
cuando quisiese y todo por culpa suya.
Trato de razonar con el pero estaba frenético, no escuchaba
excusas, solo propinaba golpes y maldiciones. Entonces y solo desde ese momento
se dio cuenta que no merecía esa mierda de nadie y menos de un ser tan
repugnante. Ahora lo odiaba y no quería volver a ver su asqueroso rostro jamás.
El encanto se había perdido por completo.
Desconoce cómo, pero le hablo en un idioma que seguro solo él
conocía (que fue cuando mi oreja entro en acción). Lo amenazo con utilizar eso
que sería capaz de aniquilarlo (no me dijo de que se trataba pero tampoco se lo
pregunte).
Anfitrión estaba confundido, me dijo. No comprendía cómo su
esclava sexual, con la que había tenido tanto cuidado en no filtrar información
importante, de repente hablaba su idioma y no solo eso. También sabía el único
método para matarlo en su mundo. Pero rápidamente su sorpresa se convirtió en
ira, una ira perversa. No le importaba que supiese su debilidad, prepararla llevaba
tiempo y ambos brazos, Irma no contaría con eso después de que terminase con
ella. La levanto de la cabeza como a una muñeca de plástico y también le tapo
la boca para evitar que pidiese ayuda. Fuera por algo de cariño, misericordia o
tal vez sarcasmo le despojo de un solo miembro, el brazo derecho.
Acto seguido le propino un violento empujón que la despacho
contra su estante y rompió varios vidrios en el proceso. Horas después despertó
hecha una desgracia y con una jaqueca aberrante. Al recordar lo sucedido se
cubrió la laceración y decidió pedir ayuda. Lucho contra la poderosa migraña y
se dirigió a mi puerta tambaleándose. Cuando finalmente llego supo que había
excedido sus energías y poco tiempo después perdió la consciencia. Fin de su
relato.
De seguro yo tenía tremenda expresión de bobalicón pasmado.
Aunque debo admitirlo, toda la historia tiene coherencia, de hecho encaja a la
perfección pero aun hay una duda. ¿Qué hay del brazo?, ¿cómo logro lacerárselo
de tal manera?
No lo menciono exactamente pero era obvio que ignoraría mi
pregunta cómo había hecho antes o saldría con una respuesta descabellada.
Además no quería herir su sensibilidad ahondando en detalles dolorosos. De
inmediato me vino a la mente el sonido de las aspas gigantes y el chapoteo por
el agua, pero supuse que tendría una explicación perfectamente razonable. Tal
vez lo izo con un jodido aparato desaparece brazos portátil, yo que sé.
Solo hay una cosa que sé a ciencia cierta. Pudiese haberla
salvado si no fuese tan cobarde. La culpa me acongojaba el pecho con sus
álgidas tenazas y espinas punzantes. Verle el rostro dolorido y apesadumbrado solo
acrecentaba mi vergüenza. Tenía que confesárselo, tenía que liberarme.
-
Yo escuche todo a través de las
paredes. Soy una mierda, no me atreví a hacer nada, lo hubiese detenido pero me
venció el miedo.- Confesé con lagrimas amargas de impotencia. No
me creía nada el absurdo relato de Anfitrión bicho o alíen del infierno, pero,
lo cierto es que hubiese podido intervenir y evitar que ese infeliz le hiciera
lo que le hizo.- Tal vez lo abría
ahuyentado pero no, soy un pusilánime y no merezco verte a los ojos.
-
No.- Respondió secamente.- Tu no hubieras logrado nada, solo que te
matara.- El comentario me hirió en lo más profundo del escaso orgullo
masculino que aún conservaba. Lo que más me dolió fue su forma de decirlo, no
sus palabras. Estaba tan convencida, en
serio creía que toda aquella locura había pasado.- No tienes porque sentirte mal por mí, yo me lo busque desde un
principio pero te lo agradezco mucho.
-
¿Piensas que no le hubiera hecho
daño?, no te culpo, supongo que no sabes que tengo sábila en una maceta – Declare jocoso. Ansiaba ver su
hermosa sonrisa una vez más.
-
Y eso que, ¿eres una especie de
Popeye el marino y te da súper-fuerza o algo así?- Respondió notando mi tono.
-
No, pero tengo buena puntería y la
maceta es pesada.- Broma
estúpida pero efectiva.
Su risa era hermosa como siempre. No importaba la situación o
el lugar. En Cochabamba, en Sucre y hasta en el mismo infierno invadía mi alma
y le llenaba de dicha. No me importaban sus ojeras oscuras ni sus ojos
enrojecidos por el insomnio, no me importaba su brazo o su paradero, no me importaba
su cordura, no me importaba nada, siempre iluminaria mi vida.
Fue hermosa pero fugas como todo lo bello que existe en la
vida. Luego volvimos al doloroso asunto tratado. El tema Anfitrión.
-
Lo que te dije, no lo debe saber
nadie, pensarían que estoy loca y me encerrarían- Dijo con seriedad y susto- ¿Tú me crees Adam?- Añadió luego
notando mi mueca de asentimiento.
-
Yo, pues, no podría decirte que no,
pero, tú sabes es todo tan raro que…- Basto eso para responder su pregunta.
Volvió a bajar la cabeza.
-
No te culpo. Quizá si este loca, de
hecho espero estarlo…
-
Te equivocas, yo no creo que estés
loca ni nada de eso.- Mentí descaradamente.- Solo pienso
que has pasado por mucho y necesitas un descanso. Como cuando estábamos en
Cochabamba ¿recuerdas?- Trate de animarla.- Siempre íbamos a comer helados en la pastelería que estaba frente al
colegio y tú eras la única que compraba el amargo, solo necesitas un helado.
-
Ojala todo fuera tan fácil.- Condujo las yemas de sus dedos a su
frente.- Ambos sabemos que esos buenos
tiempos no volverán nunca y todo es mi culpa.- Dejo caer sus cálidas
lagrimas sobre la bata de hospital. Parecían pequeñas perlas opacas.
En ese momento volví a jurarme a mí mismo que atraparía y
mataría a Anfitrión aunque perdiera la vida en ello. Pero antes debía proteger
a Irma, tenía que salvarla de seguir cayendo a la locura.
-
Vete de la ciudad, volvamos a
Cochabamba juntos.- Lo
decía en serio. Dejaría todo por ella y lo sabía.- Estarás conmigo, no te dejare sola.
-
No serviría de nada, ahora sabe como venir
sin mi ayuda. Me hizo esto para recordarme que le pertenezco.- Declaro totalmente convencida. Me
estaba cansando de sentirle lastima, su actitud era realmente exasperante. - No necesita mis brazos o piernas para
hacer lo que hace y sabe dios que se muere por tenerme de nuevo. Pero antes
prefiero estar muerta que volver a tocarlo.
-
¡Despierta ya Irma! Ese maldito
maniático volverá por ti y esta vez te matara.- Gruñí enfadado al notar que seguía
con sus locuras. Tal vez si le exponía la realidad de esa manera reaccionaria.- ¡Larguémonos de esta jodida ciudad!-
Me miraba con sorpresa y ¿satisfacción? Una pequeña sonrisa surcaba
su rostro demacrado.
-
Solo dame una semana más. Tengo que
ordenar mi mente, dejar algunas cosas y luego, luego me iré contigo a
Cochabamba a comer ese helado amargo de uva, te lo prometo- Note la sinceridad en sus palabras,
parece que al fin había comprendido.
-
¿Es una promesa? - Le acaricie el rostro y limpie sus
lágrimas.
-
Es una promesa.- Me dedico una mirada dulce y amena.
Creo que está curada. ¿Lo hice yo? Sí, soy tremendo loquero.
Una enfermera interrumpió el momento anunciado que ya habían
pasado veinte minutos del horario de visita y tendría que largarme. Que
oportuna. Me despedí de Irma con un beso en la frente y prometí visitarla más
tarde.
-
No hace falta.- Respondió mientras volvía a coger
el gatito de peluche.- Me darán de alta
mañana.
-
Con más razón. Necesitaras a alguien
que te ayude a recoger tus cosas.
-
Te digo que no hace falta…
-
No discutas hermosa.- Le di la espalda para evitar
encontrar su mirada enfadada.- Vendré por
ti, mañana.
Me aleje de su presencia por evitar más negativas.
-
Espera un momento.- Exigió.
-
Ya te lo dije, yo…- Si trataba de persuadirme perdía su
tiempo.
-
Creo que te quiero.- Me quede estupefacto, aun le daba la
espalda.- Me refiero a, más que a un
amigo.
Me disponía a darme la vuelta y decirle lo mucho que también
la amaba. Desde siempre. Desde antes que toda esta mierda pasara. Desde el
colegio, desde el primer día que llego a mi vida esa nublada mañana de marzo. Y
así iba a hacerlo, pero entonces ella dijo:
-
Ya puedes irte.
Obedecí. Me aleje a la puerta de salida tembloroso y
confundido. ¿Qué diablos acababa de pasar aquí?
-
Yo te amo.- Declare aun sin verle el rostro.- Siempre lo he hecho y siempre lo hare. Tenía
dibujada una ridícula sonrisa de oreja a oreja, no me siento mal de admitirlo.