jueves, 14 de febrero de 2013


Letargo Esplendoroso

Carlos Xavier Paredes Gorena



X.

El misterioso Anfitrión, revelado.

Me encontraba forrado hasta los dientes con las más poderosas armas que creó el planeta tierra. La pistola que representaba el mayor vestigio de poder masivo humano en la mano derecha. Y una maceta pequeña con un retoño de sábila representando el poder ilimitado del mundo vegetal en la mano izquierda. Si Anfitrión era un bicho espacial lo pagaría muy caro. A decir verdad me sentía más tranquilo con la pistola.
El departamento de Irma se encontraba vacío. Como me mostro hace unas horas la mayoría de sus cosas estaban empaquetadas y en su lugar. Listas para el viaje.
-          Irma estoy aquí. Traje la escopeta- Tal vez se encontraba amordazada, pero si no, debería de contestarme. Nadie respondió. Recapacite, si Anfitrión me oyó sabrá que vengo armado, soy un idiota.
El nivel del agua (ya me llegaba a los tobillos) era superior al del pasillo y la corriente parecía ser levemente más fuerte.
El humo se disipaba poco a poco. Pude ver con algo de claridad gracias a la ventana del balconcillo, no era mucho pero era una ayuda. Me acerque cautelosamente a la sala para ver el sitio del círculo y tal vez encontrar una fogata suspendida y a Anfitrión manos de hacha y boca de aspiradora manchado de sangre violando a mi Irma en silencio. Pero estaba vacío, el círculo estaba tan borrado como lo había dejado hace dos días. No di tres pasos cuando me percate de algo.
Luz, luz verde y ruidos raros. Provenían de la habitación de Irma.
Se me helo la sangre al percatar los aterradores sonidos, la extraña luz verde casi fosforescente solo atenuaba el sentimiento. Estuve parado vacilante por lo que parecieron horas, pero al fin me decidí. No podía ir tan lejos y echarme atrás, esta vez no. Además Irma me necesitaba y debía salvarla. Todo se pierde excepto las esperanzas.
Me acerque cautelosamente para tratar de no ahuyentar a Anfitrión.
Estando cerca a la puerta me di cuenta de algo curioso. El agua verde que me había acompañado en todo momento (desde mi departamento hasta la sala de Irma en la que me encontraba ahora) había sido una sustancia de color claro, pero ahora se mostraba sutilmente oscura. Además parecía seguir una leve corriente. Había encontrado el origen del líquido, salía de su habitación. También me percate de otro aspecto. Los toquecillos de “formas” en los tobillos se hacían más recurrentes.
Llegue a la puerta de su cuarto, estaba medio abierta. Al principio no lo vi claramente, pero luego reflexione que no todo en el mundo tiene una explicación razonable. El agua y la luz salían de un círculo enorme en la pared, era idéntico en tamaño y forma al que izo Irma en la sala pero este no parecía llevar contorno de cera.  El humo también salía de esa dimensión desconocida. Comenzaba a difuminarse por completo, era soplado levemente por un viento casi imperceptible.
Como dije antes la puerta estaba medio abierta y solo me dejaba ver el circulo. Los ruidos que acababa de oír aun seguían sin tener explicación. Eso no duraría mucho.
Cogí la aldaba humedecida y titubee por un momento ¿en verdad pensaba hacerlo? Por Irma sí, lo que sea. En un arranque de adrenalina empuje la puerta y descubrí al horror de horrores.
Era Anfitrión en toda su gloria.
Quede boquiabierto al contemplar semejante imagen.
Casi suelto la pistola y salgo corriendo, si por miedo o valor mis pies no respondieron a mi cerebro. Tenía agarrada la culata del arma de forma torpe y temblorosa. Ni el más viril macho lo hubiese afrontado tan audazmente.
Estaba de espalda y media dos metros, tal vez más pero no menos.
-          AL FIN LLEGASTE CACHO DE CARNE…- Saludo mi rival de amores. Yo le encañone el arma y apuntaba a matar.
Era repulsivo. Una sátira cruel y aterradora de la forma humana. Un bulto enorme de piel sin pelos o vellos. Irma no estaba loca pero no puedo creer que alguien cuerdo pudiese enamorarse de algo así.
Estaba completamente desnudo (¿donde hallaría ropa que le quede?). Todo su cuerpo se encontraba cubierto de una reluciente epidermis semejante a la humana al menos por el color rosáceo. Parecía una gran masa amorfa de carne. Repulsivas lonjas (o músculos) le colgaban por todas partes del cuerpo frondoso. Saltaba a la vista una columna vertebral con huesos sobresalidos que asemejaban a los de un estegosaurio chino debido a su aterradora forma resaltada en piel. Al parecer tenía pies fornidos pero cortos para su metabolismo superior tan enorme.
Giro para plantarme cara. Tenía hombros enormes y macizos que parecían más grandes que su cabeza. Me recordaban a los omoplatos de un gorila, sus proporciones eran muy similares. Dos brazos gordos salían de cada uno de ellos, estos a su vez estaban formados por un trió de tentáculos o venas gruesísimas unidas en giros para desembocar en lo que seguramente eran tres poderosos dedos tentaculares. Su cuello era gordo y ancho cual tronco de secoya. En la parte derecha del pescuezo tenía un bulto horripilante, estaba conectado a la espalda por una gruesa vena colgante que se le enlazaba y fusionaba. El cordón de carne era tan amplio como una anaconda y tenía un color rosáceo humano predominante que cambiaba de tonalidad en la parte inferior de las uniones.
La cabeza, parecía no tenerla, era  como una continuación larga y gorda de la nuca que terminaba en una masa achatada y redondeada. Pero vaya que lo era pues en ella se albergaban un par de espantosos ojos hundidos y brillantes. Sus cejas pronunciadas y exentas de vello jamás podrían ocultarlos de mi vista aguda. No eran aterradores por que fuesen diminutos para el volumen de su cráneo, o porque estuviesen tan separados uno de otro. Lo espantoso de ellos era su naturaleza ambigua, casi parecían ojos humanos. El iris blanco y la pupila verde, nunca jamás lo olvidaría.
No tenía nariz, más si unas aberturas alargadas a cada lado donde debería estar una. Izquierda y derecha, como fosas nasales, se confundían con feas arrugas., Literalmente tenía una gran sonrisa, su boca era titánica. Su enormidad y anchura, tantee en mi cabeza, fácilmente duplicaba a la de una humana. Los labios rosados y carnosos ocultaban un montón de dientes pirañescos pequeños y afilados, parecían cientos. Tampoco poseía orejas o no eran las convencionales. No estoy seguro pero creo que los dos agujeros uno arriba y otro abajo en cada lado de su cuello cumplían esta función, eran pequeños y estaban cubiertos por una membrana que semejaba la de sus labios. 
Su abdomen era tremendo. Le sobresalían dos carnosidades enormes de color rosáceo oscuro, una en el pecho y otra en la cintura. La primera en la parte izquierda, era más pequeña que la segunda, situada unos centímetros abajo. Ambos bultos se conectaban por medio de una vena rosada del grosor de un cable eléctrico domestico (era similar al de nuca-espalda en color y forma). Su respiración, mejor dicho, jadeo, era inquietante. Pareciese que el oxigeno recorría todas las venas pasando por todo su cuerpo.
Le faltaban pezones y ombligo, aunque en la barriga tenía una raya vertical corta que tal vez explicaría este último. Le colgaba de las piernas asquerosamente un enorme pene despellejado y rojizo que parecía más una víbora cornuda por su largo, ancho, y movimientos sutiles.
¿No me había dicho que tenía un miembro enorme? Ahora concuerdo con ella. ¿Qué otra cosa dijo de Anfitrión? “Parece la extraña combinación de humano, demonio y extraterrestre”. Cuánta razón tenía Irma.
Poseía rasgos humanos obvios; la piel, los ojos y tal vez las piernas (aunque no logre verle los dedos debido al agua y humo que los cubrían). A la par, tenía características que desafiaban la imaginación de cualquier soñador gótico o ufólogo. Eran quiméricos; su desorbitante columna picuda, sus brazos largos y tentaculares, su cabeza corta y rolliza, su extraña nariz o la falta de ella, la enorme boca con dientes pequeños y afilados, los agujerillos que tal vez eran orejas y la extraña disposición separada de sus ojos. Todo su cuerpo en general estaba minado por tumores grotescos y venas que aparentan boas recorriéndolo de espalda a cabeza, de pecho a cintura y muchas más abultadas dentro su piel. A esto le agregamos su enorme miembro masculino cuya apariencia asemeja una culebra.
 Anfitrión era la combinación sublime de espantoso y desagradable. 

Letargo Esplendoroso

Carlos Xavier Paredes Gorena


IX.            
        Agua tibia y bruma.

Ya no era el mismo cobarde de siempre. Ahora debía proteger a mi amada de quien sea. No me importaba si Anfitrión midiese tres metros y tuviera brazos de cierra eléctrica, salvaría a Irma. Espabile de mi sitio y me cubrí con la chamarra de la suerte esperando que hiciese honor a su apodo, como siempre.
Necesitaba armas, pero, ¿Qué arma podría tener un ex universitario común y corriente? Cogí mi maceta pequeña de sábila dispuesto a matar si era necesario.
Abrí mi puerta lentamente y quede estupefacto. Todo el pasillo se encontraba obnubilado por una densa humareda blanca. No era humo de cigarrillo, lo sentí casi de inmediato. Además para cargar tanto el ambiente se necesitaría más de veinte fumadores aspirando y exhalando al unisonó motivados por un record guinness. Yo sabía y a la vez no sabía lo que era. Tenía el exótico olor que aprecie hace tiempo cuando entre por primera vez a su departamento, pero había un “no sé qué”, que lo tornaba diferente.
No podía ver nada. Las sombras habían entrado en complicidad con el humo y cubrían el ambiente de manera insondable. En seguida me percate que no había electricidad, gran sorpresa. Un maldito clásico en las películas del género. Mi única linterna estaba empaquetada en algún cajón entre tantos y nunca use velas. No podía perder el tiempo buscándola.
-          ¿Qué paso muchachos… que es todo esto? ¿Jamir?- Solo obtuve silencio por respuestas. ¿Dónde diablos podrían estar?
No había otro salida, tendría que descubrir lo que sea que se estaba cocinando por cuenta propia. Me dispuse a visitar a Irma. Sonaba más fácil pensarlo que hacerlo. La visibilidad era casi imposible. Todo estaba rodeado del aroma a ese atroz humo, invadió mi departamento apenas abierto.
Otra cosa que percate instantáneamente, no bien puesta una pata en el pasillo, fue que todo estaba cubierto por un líquido tibio. Me llegaba poco más arriba de la planta de los pies. Tuve que catearlo no sin un dejo de susceptibilidad. Supongo era agua por su gusto sinsabor. Gracias a la escasa luz de las ventanas pude apreciar que tenía un extraño y opaco color verde, me recordaba a agua de un pantano.
Existían solo dos posibilidades para explicar lo que acontecía. Se rompió el tanque de agua o es un nuevo vecino mitad cocodrilo que extraña su lugar de origen. Me incline por la primera opción, aunque no explicaba su color o temperatura tibia como lo hacia la segunda.
Reinicie mi incursión valerosa y casi resbalo por una pequeña materia dura que después no logre encontrar. No obstante seguí avanzando.
Tocia como anciano tuberculoso y desganado. Mis ojos lagrimeaban irritados por la espesa humareda, los enjuagaba cada tanto. Jadeaba y transpiraba como puerco en matadero. No obstante seguí avanzando.
Daba pasos húmedos y torpes sosteniéndome de las paredes con una mano y con la otra empuñando mi poderosa arma ecológica. Recurrentemente sentía los toquecillos de materia pequeña e indefinida por la oscuridad. Me topaban y luego eran arrastrados corrientes abajo. No llevo la cuenta pero seguro tropecé y caí más de tres veces por el pasillo con cuanta forma invisible y majadera tenía en frente. Llegue a golpearme crudamente las costillas, rodillas y el culo, el piso de madera no me dio ninguna tregua. No obstante seguí avanzando.
Estaba completamente empapado en esa extraña e indefinida agua tibia. No obstante seguí avanzando.
Milagrosamente mi maceta seguía intacta y lista para la acción heroica. Desearía compartir su fortuna.
Una verdad se hacía evidente a cada paso errático y torpe que efectuaba. Necesitaba ayuda. Apreciaría el auxilio de la molesta feminista y supuesta prostituta. Incluso hubiese festejado ver la pedante cara del ex docente presumido, quien sea, solo un poco de apoyo para continuar. Se habían marchado hace pocos días. Marta nunca pasaba más de dos días a la semana en su cuarto, quien sabe dónde diablos andaba, y Joaquín, nunca supe donde se fue y tampoco me importaba. Solos Irma y yo, ningún otro departamento estaba habitado. Perra suerte.
El líquido se encontraba actualmente desaguando en una pequeña canaleta casi oculta en la esquina de una pared. Caería mucho de eso en las plantas bajas, el resto desembocaría treinta y un pisos en un bosquejo abandonado.
Mi única esperanza yacía en que los habitantes de abajo se percatasen del agua que indiscutiblemente desencadenada hacia sus pisos. Obviamente lo harían, pero, ¿les importaría? No lo creo, me ignorarían aunque grite y toque sus puertas de rodillas, no ayudarían jamás. Sería una pérdida de tiempo. Irma solo dependía de mí y mientras más rápido comprendiera este hecho sería mejor.
Su puerta se encontraba abierta de par en par. Tenuemente iluminada por las luces citadinas que ofrecía su pequeño balcón. Note que la corriente acuática y el humo provenían de su departamento (vaya sorpresa). Seguro Irma tuvo otra recaída de locura. Pero ¿y sus centinelas?, ¿no se habrían percatado de sus extrañas acciones?, de ser así me lo hubiesen comunicado de inmediato. A menos que…
Al fin luego de tanto tormento logre ponerme de pie frente a su puerta, solo para caer nuevamente al odioso charco de agua verde. Pero esta vez mi obstáculo si fue visible.
En mala hora arrastre los brazos por esa agua turbia y asquerosa. En mala hora los palpe y luego reconocí. Eran los cuerpos inertes de los dos guardias. Me eche atrás aterrado, esto, simplemente me superaba. Nunca antes había visto a un muerto y menos tocado a uno. Soy solo un tipo cualquiera que quizá ha visto suficientes películas de terror, pero, una cosa es presenciarlo indiferente tras el celuloide, otra maldita cosa es tenerlos frente a tus narices. Tocar sus pieles pálidas, oler sus carnes descompuestas, observar sus ojos carentes de vida, no había ningún punto de comparación. No pude controlar más mis ascendentes arcadas. Arroje todo lo que había cenado en un vomito acido y sinuoso. ¿Después de eso?, sopor.
Fue ese roba brazos. Fue ese maldito. Fue ese desalmado. Fue ese desgraciado. Fue ese mentecato. Fue ese asesino. Fue ese hijo de perra. Fue Anfitrión y no fue otro.
¿Cómo? ¿De qué manera logro asesinar a dos policías expertos en sumisión y artes marciales? ¿A qué clase de cosa me estaba enfrentando?
Debía saber cómo habían muerto, incluso por respeto. Espabile de mi posición aletargada y les acerque mi mano temblorosa. O llevaban poco tiempo muertos o el agua los había conservado tibios, nunca lo sabré.
De inmediato me di cuenta que estaba tocando los restos de lo que una vez había sido Jamir, me maldije por haberlo contratado. Necesitaba el dinero para comprarle un, no sé que a su novia. Ahora era un muerto que cargaría en mi conciencia.
-          Jamir, que te han hecho amigo.- Ni siquiera había desenfundado su arma, ni él ni su compañero. Trague mi saliva amarga.
El humo empezó a disiparse trayéndome los matices de sus muertes. Me aproxime un poco más para apreciarlos con detalle.
Casi arrojo otra ración de vomito hirviente pero me controle por respeto.
Ambos Tenían un agujero circular, mediano, tamaño de un “CD” en el área del estomago. Al examinarlos con mayor detenimiento me percate de lo inexplicable. Les habían removido todos los órganos internos, los habían dejado vacios como unas guitarras. Era como si hubiesen sido víctima de un taxidermista infernal. Pobres hombres, debieron soportar la tortura vivos, viendo cara a cara a su verdugo, tal vez suplicando por sus vidas mientras el otro les sacaba el hígado con una sonrisa en su asqueroso rostro. ¡Qué dolor!
¿Y mientras tanto donde estaba yo? ¡Durmiendo por supuesto!
Una ascendente sensación de ira empezó a crecer en el más profundo escondrijo de mi cabeza. Todo era culpa mía. ¿No había sido yo el que insistió a Irma tan punzantemente en lo necesario de sus servicios? Ahora estaban muertos bajo mis rodillas. Todo era maldita culpa mía.
Irma, traer su nombre a mi mente pareció despejarla de cualquier otra cosa que no fuesen sus besos de lengua. Ella me necesitaba, no podía seguir malgastando mi tiempo.
Tal vez muchos se preguntasen el motivo que me impulso a seguir adelante, después de todo nunca demostré ser alguien valiente, todo lo contrario. Cuántos otros hubieran huido despavoridos al soportar primero el aterrador ambiente y luego ser testigos de la insana forma de matar de su rival de amores. La respuesta es simple y cursi. Yo estaba verdaderamente enamorado.
Además me había jurado a mi mismo que mataría a ese hijo de perra llamado Anfitrión si nadie me detenía en el intento. Y creo que de hecho nadie lo haría.
Me levante tambaleante luego de cerrarle los ojos a mi buen amigo. Le tome prestada el arma que llevaba inactiva en el cinturón, ya no la iba a necesitar, yo sí.
Me enjuague las lagrimas y seguí adelante.

Letargo Esplendoroso

Carlos Xavier Paredes Gorena

VIII.                    

La pesadilla.

Ya era de noche y luego de hablar un poco del futuro nos despedimos con un beso. Genial, el primer beso de lengua de nuestra relación, ya era hora. Casi todo estaba listo, abandonaríamos esta ciudad muy pronto.
Irma se había metido en su cama y yo me disponía a hacerlo en la mía.
Los resguardos estaban en sus posiciones (esta vez le toco turno nocturno a mi amigo Jamir). Eran tan profesionales como siempre. Dado que era el penúltimo día que pasaríamos en Sucre hicieron gala de usar pistolas y tirar a matar a cualquier sospechoso. Yo los exhorte a hacerlo.
No tarde mucho en cerrar los ojos y comenzar mis usuales ronquidos. Recuerdo que tuve un sueño muy extraño esa noche. 
En este me encontraba debatiendo apaciblemente con un sujeto alto y escuálido. Desconozco el tema de nuestra plática. Hablábamos en un idioma extraño pero a la vez familiar. Parecía que el hombre era un semi-gigante pues cada rato tenía que elevar más y más la cabeza para distinguirle el aspecto difuso. Bestia ropas antiguas que me recordaban a las ilustraciones de colonizadores europeos y unas greñas oscuras que le cubrían el rostro.
El territorio que nos rodeaba era igual de raro. En ese mismo instante pensé que se parecía mucho a uno de los cuadros de sangre que pinto Irma. Cielo guindo y terreno naranja sombrío, creo que lo llamo Obraokua.
Conduje mi mirada a la lontananza, ansiaba encontrar algo que desconocía pero añoraba encontrar con desesperación. Mi expectación fue satisfecha, apareció lejano en el horizonte. Corría imponente y veloz, no descansaba ni disminuía su paso por obstáculos colindantes, montañas, grietas o laderas, lo esquivaba todo con presteza. Se acercaba hacia nosotros muy rápido, era el famoso “tigre siberiano” purpura de los cuadros de Irma y yo lo aprecie a todo detalle. Paso cerca sin percatarse de nuestra presencia o tal vez ignorándola como si fuésemos insectos. Las pinturas podrían haberlo retratado mejor, aun así habían captado su rostro melancólico. Se trataba de una criatura enorme, quizá del tamaño de un auto monstruo o un elefante. Su cuerpo y extremidades en general eran proporcionalmente fornidas. Franjas blancas y purpuras claras adornaban su esplendoroso pelaje. Indiscutiblemente era majestuoso. Tenía todo el aspecto de un felino mutante o el dios de los linces. Apenas logre apreciar su perfil unos segundos, no alcance a verle bien los ojos pero me pareció eran cuatro y de un color azul fosforescente. Cuando nos dio la espalda logre advertir su atroz naturaleza. De la parte del cuello le colgaban una especie de cintas largas que se contraían y extendían constantemente. Le cubrían toda la nuca. Se me hace imposible no haberlas detectado antes. Tal vez no era tigre si no un león. No tenía una cola, donde debería estar le colgaban también estas extrañas cintillas. Se perdió en el horizonte y nunca sabré su destino si es que tenía uno.
Me disponía a ver de nuevo al amigo con quien conversaba minutos antes de distraerme. Pronto me arrepentí de hacerlo.
Esta vez atestigüe su rostro con más contraste, ¿cómo no hacerlo si tenía la mirada fija y clavada en mí? Brotaban chorros ingentes de sangre por las pupilas de sus ojos blancos y llenos de odio. Era un hombre horrendo, cadavérico y lleno de cicatrices.  Sus ropajes se rasgaban por obra de alguna ley física solo aplicable en el sueño. Desprendía un olor asqueroso y nocivo, pronto descubrí que provenía de su vientre. El desgraciado tenía la panza abierta como la cascara de una sandia podrida. Estomago, tripas, pulmones y demás intestinos escapaban y caían al suelo humeantes, como vomito insano o equino recién nacido. El espectáculo era demasiado grafico. Lo peor vino al notar lo que llevaban sus manos. En la derecha estaba ese cuaderno profano y misterioso, pero la otra sostenía algo muy diferente. Pegue un largo grito de horror y pena al advertir aquello que aferraba firmemente con sus repugnantes dedos huesudos. Era la negra cabellera de la cabeza decapitada de Irma. Y su rostro, su hermoso rostro, parecía estar feliz, me sonreía serenamente. Un nombre pronunciado en el hospital bailo en mi lengua tentando ser dicho. Ese abominable ser era Parnezu, estoy seguro.
-          Nhirlumn smnian q’ gyarsein- Declaro indiferente mientras todo lo que se pueden llamar órganos internos salían lenta y pesadamente de su cuerpo vaporoso.
Creí que perdería la cordura.
Fue entonces que desperté de un grito. Me encontré aturdido y aterrado en un mar de confusión y agitación.
-           ¡Dios! ¡Fue tan real!
¡¿Por qué diablos sangraban mis orejas?! La hemorragia duro poco y una vez limpias estaban como de costumbre. ¿Mi cerebro no aguanto semejante sueño?
Estuve seguro que con tanta conmoción solté uno o dos gritos pues así lo hice en la horrible pesadilla. Que los guardias no se hayan percatado de ello sería imposible. Pero, de haberlo hecho ¿por qué no estaban en mi habitación registrándolo todo? Tendieran que haber acudido a comprobar si todo andaba bien, no fuera que sufría un ataque del vengativo ex novio.  Los habría expulsado avergonzado rogando que mi bochornoso paroxismo se mantuviese en secreto. ¡Pero nunca vinieron! Es más, el ambiente estaba muy calmado, no se escuchaban las habituales conversaciones en voz baja o pasos pausados. ¡No se escuchaba absolutamente nada! Estaba frenéticamente aterrado y aun más por lo que advertí a continuación. Mi imaginación me jugaba tretas ya que sentía un olor muy familiar. ¿Era el mismo aroma a especias elaboradas que olfateé hace tiempo en el departamento de Irma?
Espabile de inmediato. Lentamente emergí de la tibieza que ofrecían mis sabanas y entonces lo sentí. El piso se encontraba extrañamente húmedo.
-          ¡Oigan, ¿qué tal está la cosa ahí?!- Grite de mi cuarto nerviosamente pero no halle respuesta alguna.- Espero que no estén durmiendo, Irma no estaría muy contenta, ¿saben?- Intente nuevamente y tampoco obtuve resultados.- ¿Chicos?
Era claro. Algo había pasado afuera.
-           Anfitrión, eso ha pasado.- Susurre en mi solitaria habitación
La señal celular estaba muerta. Entonces significaba que estaba solo.

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Carlos Xavier Paredes Gorena



VII.
                 Preparativos.

Me importo un pepino la odontología, Sucre y su jodida universidad, todo lo mande al demonio. Lo único que me interesaba es que al fin era correspondido por la chica de mis sueños. ¿Y que si tiene gustos raros? Tal vez con suerte los dejaría (después de todo lo que ha pasado seguro que eso terminara por ocurrir). Si no la enviaría a un sicólogo, siquiatra o lo que sea que necesite. Aunque creo que no hará falta, me tiene a mí.
Con mi ayuda olvidaría todo lo malo que experimento en Sucre. Con mi ayuda olvidaría toda esa basura gótica, las pinturas, el cuaderno. Con mi ayuda olvidaría a Anfitrión. Puedo lograrlo. Después de todo ¿el amor lo puede todo verdad?
Mi familia me entendería. Es más, incluso recuerdo que se opusieron a mi decisión de alejarme de Cochabamba desde un principio. No estarían tristes pero tampoco tan felices, eso sí, decepcionados. Empecé a empacar lo poco que tenia. Mis libros, mi escasa ropa, mi televisor pequeño, mi maceta de sábila, mi pecera vacía. Todo lo fui encajonando dominado por un optimismo que parecía indestructible. Se vea de donde se vea lo había logrado, conseguí el amor de una diosa. Nada ni nadie me separaría de ella ahora.
Irma fue dada de alta al día siguiente. La recogí ataviado con mis mejores prendas (llevaba puesta mi chamarra de la buena suerte). Cuando la vi se agacho un poco y me dio un beso en los labios (fue tanto o más dulce del que hubiese imaginado). De inmediato comprendí dos cosas, la primera, oficialmente ya éramos pareja, la segunda, era el hombre vivo más feliz sobre la faz del planeta.
Lastimosamente no pude hablar mucho con ella después de eso. Tenía que encargarse de atar algunos cabos sueltos antes de su partida e insistió en hacerlo sola. La idea no me hizo gracia. Finalmente accedí mientras aceptase una condición, tendría que estar escoltada por un par de fornidos policías, guardarían su distancia pero intervendrían si acaso habría que hacerlo. Al principio renegó de la idea pero termine convenciéndola. Yo mismo los contrate, dos en la tarde y otros dos en la noche (ya que aun no podíamos convivir en el mismo departamento, faltaba más). Eso es bueno.
Cuando volvimos a vernos le informe que casi todas mis cosas, excepto el catre y la cocina estaban bien empaquetadas y listas para el viaje. Dijo que contrato cargadores que harían todo por ella y mi ayuda no era necesaria, insistió. Viajaría ligera, decidió dejar todo lo malo en el sucio departamento. Me aviso que llevaría únicamente ropa y algunos objetos personales. El resto de las cosas las dejaría a voluntad de la anciana portera. Dejaría atrás sus libros, sus cuadros, las botellas de licor medio vacías y olvidaría todo lo que la apresaba al mortecino lugar. Dejaría en Sucre, que es donde debe quedarse, la pesadilla que vivió con Anfitrión.
No dude de ella ni un segundo. Igual me lo confirmo Jamir, el mismo amigo policía que la había interrogado antes, ahora era uno de sus guardianes y mi espía privado. Dijo que hacíamos bonita pareja, si jugando o no lo desconozco pero me encanto el comentario.
El resto de la semana la emplee dando a conocer mi baja en la facultad y despidiéndome de un par de amigos. Siempre puedo ir a la universidad en C.B.B.A. el próximo año. Esta ciudad solo nos trajo tragos amargos. Pero si debía agradecerle algo aunque no esté muy bien hacerlo. Me acerco y luego unió a Irma.
Hablábamos todo el día y algo más en la noche. Siempre seguros bajo el ojo guardián de los escoltas, cosa que no me molestaba en lo más mínimo. Estábamos tan entusiasmados. Nuestros planes eran simples y perfectos. Volveríamos a nuestra ciudad natal para poder explicar todo a nuestras respectivas familias y recibir nuestros merecidos regaños y jalones de orejas. Luego, ¡luego el paraíso!
Ella misma sugirió unas vacaciones soñadas viajando al país que quisiésemos. El dinero que tenía en el banco (facilitado por Anfitrión obviamente) alcanzaría y sobraría para el más loco y absurdo deseo que tuviésemos. Después de eso, dentro de un año entraríamos a la facultad y estudiaríamos la misma carrera. Administración de empresas o lo que sea, (mi leve estadía en odontología me dio cuenta que tampoco era cosa mía, dejaría que ella decida por los dos esta vez). Y en cuanto a Anfitrión, parecía que lo único que nos recordaba que hubiese existido era la eficiente escolta policial. En ningún momento hablamos de él o del brazo que se había llevado. Eran cosas del pasado distante.
Pasado pisado, tragado y nunca regurgitado. Olvide todo el morboso escándalo que escuchaba en mis trasnochadas curiosas. Olvide sus gritos de placer y excitación. Olvide mi odio y rencor. Lo olvide todo. O eso quería creer.
A partir de ahora estaríamos juntos y nadie podía separarnos.
En las noches seguía durmiendo en ese perverso departamento. Era muy pronto para compartir la vivienda, no hacía falta escucharlo, lo notaba en su mirada. Igual yo estaba satisfecho. Se encontraba bajo el cuidado de los bien entrenados y fornidos policías contratados para someter a cualquier sospechoso que tratase de entrar a su recinto. Se pasaban toda la noche en la planta que habitábamos, siempre vigilando su puerta desde el pasillo. Me aliviaba oír sus toscos estornudos o pláticas chismosas a través de mi puerta y no puedo manifestar el sentimiento de paz que sentía cuando salía al pasillo de madrugada y lo notaba cubierto de humo de cigarrillo, señal que se habían marchado hace poco y serian remplazados dentro de otro poco. Si Anfitrión trataba de lastimarla de nuevo caería por sus balas, estoy seguro de eso.
Se acercaba el día del viaje y mi expectación se tornaba casi palpable. Era martes y los boletos de avión primera clase (que compro ella) eran para el jueves.
Yo me encargaba de todo lo referente al traslado mientras Irma iba y venía exhausta por cumplir con todos sus compromisos. Supongo eran varios pues los últimos días la veía solo por dos o tres horas. Los guardias que la seguían no notaban nada particularmente raro en su comportamiento. Mi amigo me dijo que la mayoría de las veces la acompañaban a casa de ciertos individuos medio extraños a devolver libros y papeles igualmente extraños. Se lo tomaba muy en serio, como me lo prometió, dejaría todo lo profano que tanto le gustaba gracias a mí. También me dijeron que fue un par de veces al banco. Supongo que trasladaba su cuenta del B.N.B. a Cochabamba o algo por el estilo (nunca tuve un centavo ahorrado así que desconozco esos procedimientos). No quería admitirlo pero creo que Irma y yo no tendríamos problemas económicos por mucho tiempo.

Letargo Esplendoroso

Carlos Xavier Paredes Gorena

VI.          

    Confesiones cruzadas.

Lo que me conto a continuación fue algo difícil de creer pero que, en su locura, encajaba perfectamente con todo lo que había oído oreja pegada en esas extrañas noches de placer enfermizo. Pero era la imaginación enferma de alguien afectado por un trauma severo como el suyo. Me duele admitirlo pero no había duda, Irma estaba completamente loca.
Según ella todo su periplo empezó con el descubrimiento del cuadernillo sangriento e indescifrable. El mismo se encontraba en una localidad olvidada de C.B.B.A. Lo hallo en una de sus viajes de “investigación paranormal”. Supuestamente su propietario y creador era un tal Parnezu, no sabía nada mas de él y si lo hacía no me lo conto. Solo ella conoce sus razones.
No estaba en condiciones de presionarla más, deje que continuara su increíble relato.
Luego de estudiarlo arduamente se dio cuenta que comprenderlo sería poco más que imposible. No obstante, aquella criptografía extraña e ilustraciones aberrantes eran simplemente irresistibles para alguien con sus peculiares gustos así que, siguió intentando. Trato y trato pero nada parecía revelarle un avance. Su impotencia le carcomía por dentro y la deprimía como nunca. Pero había algo que le motivaba a continuar el esfuerzo, algo prometedor, algo que había estado buscando desde siempre. Siguió intentando.
Lo consiguió después de medio año de confinamiento autoimpuesto. Las letras de claro origen sarcelio (lo único que logro averiguar) empezaron a susurrarle. Ya no tenía que intentar traducirlo. El libro se había adaptado a ella, trataba de entregarle un mensaje. Su mensaje.
La verdad eso me sonaba a una retorcida visión de cita por internet. Decidí no decirlo en voz alta.
Entonces las palabras de Anfitrión se le manifestaron por medio de varios sueños vividos que no se molesto en narrarme. En el último de ellos le había propuesto un acercamiento más, personal. Le indico que tenía una labor que cumplir en Sucre y que deseaba conocerla antes de concretarla. La esperaría en el edificio sucio, piso treinta y dos, departamento número tres (que actualmente habitaba). Irma, embelesada hasta el límite, siguió sus instrucciones al pie de la letra.
Una vez en el lugar las letras del cuaderno le ordenaron quemar una gran cantidad de inciensos que debían ser previamente preparados a mano. Hecho esto trazo un círculo enorme con cera blanca en un territorio plano, la pared. Finalmente se le ordeno recitar un extraño párrafo conformado por palabras profanas que articulo a la perfección pero jamás comprendería.
Fue en la oscuridad de la noche cuando paso lo inimaginable.
La pared empezó a mostrarle imágenes opacas (obnubiladas por el humo de los sahumerios), como en la pantalla de un celuloide antiguo. Después de un tiempo las formas se movían, fluctuaban y tomaban consistencia concreta. Finalmente le pareció observar un video.
Pero, ¿Qué fue lo que vio exactamente? Paisajes. Lugares inimaginables, algunos fantásticos y hermosos, otros grotescos y horrorosos. Eran superficies de mundos distantes, me dijo, mundos que nunca podrán ser sondeados o visitados por ningún humano. Algunos pocos eran planetas de nuestro sistema solar, otros estaban mucho más alejados y la mayoría no pertenecían a nuestro “plano”. 
-          Por las rocas de hielo cristalizado de Cantor. Por la superficie maldita de Algol. A través de las grietas del moribundo Vigenko.- Decía mi amiga con tono poético pero desquiciado.- Por Caronte el guardián de los impíos secretos de Plutón -, por la destructora Deneb Kaitos, por los montes de la enemiga jurada, ¡Obraokua! Se acerca dos veces y se aleja tres.
Sus palabras eran cada vez más extrañas. Para un aspirante a odontología como yo simplemente carecían de sentido. Mis conocimientos en astrología solo se comparan con los de habla japonesa que tengo, o mejor dicho que no tengo. No obstante recuerdo su gusto fanático por mundos inalcanzables, un pasatiempo sano que tenía en el colegio. ¿Ahora también formaba parte de su locura? Supongo que en ese punto era irrelevante.
Un paisaje cada noche, me dijo, seis en total. Su duración visual variaba entre tres a cinco minutos más u menos y además el sonido era inexistente. El actor principal siempre era el mismo. Un imponente tigre purpura con varios ojos e inquietantes apéndices. Corría febrilmente por el extraño terreno, si acaso descansaba nunca lo había visto.
-          Como si deseara salir pero no pudiese, querían matarlo…- Me decía con lágrimas brotando de sus hermosos ojos café claros.
Era una criatura sublime, me dijo, asentí al recordar sus cuadros. Irma no tenía idea si las tribulaciones que le mostraban podrían tener alguna conexión con ella, pero sentía gran afinidad por el protagonista atigrado. Intento retratar al felino una y cien veces pero los resultados nunca eran de su completo agrado. Eran vanos y carentes de esencia, no reflejaban las emociones que ella desbordaba cuando atestiguaba los “videos”. Entonces descubrió el problema, la pintura no le hacía justicia, era corriente y común. Lo que deseaba plasmar era algo magnificente y de matices impresionantes, nada de lo que hiciese parecía estar a la altura de ese reto. Su impotencia la consumía y deprimía. Fue así que en un arrebato de “genialidad” ideo un truco, agregar su sangre y la mescolanza fue perfecta.
Tal vez estaba loca pero el amor es ciego. Yo estaba cada segundo más enamorado de ella. No me importaba su cuerpo o su estado mental, solo quería protegerla de lo que sea que quisiese hacerle daño. Me aproxime a ella de manera sutil para evitar interrumpirla, algo inútil ya que se encontraba totalmente abstraída en su historia. Podría acercarme bailando morenada y apenas se inmutaría.
Continuando con su relato…
Fue el séptimo día. Luego del usual rito nocturno. El horror de horrores finalmente llego a su vida. Anfitrión realizo por fin su primera aparición ante la excitable mirada de Irma.
-          ¡Entro a través del círculo! ¡Campante y sonriente!- Grito eufórica y oprimiéndose con fuerza la parte donde estaba y ya no estaba su brazo. Tuve que abrazarla y calmarla pero no llame a ninguna enfermera. Realmente deseaba saber el final de su historia. ¿Morbo quizás? La verdad es que el relato estaba tremendamente interesante.
Según ella, Anfitrión no era un humano. Ni siquiera un demonio o extraterrestre, parecía estar ciegamente convencida de ello. Después de todo lo ocurrido aun no lo sabía con certeza, solo tenía leves hipótesis. Seguro era la aterradora combinación de todo lo anterior citado, al menos físicamente dijo.
No obstante fue amor a primera vista. Quedo locamente embelesada por el atractivo grotesco que tanto soñaba. No sabía muy bien si era a causa de sugestión, empatía, hipnosis o porque carajo, pero lo amaba y sabia que también él la amaba a ella.
Hablaba castellano y lo primero que le pidió fue que lo llamase Anfitrión. No le dijo nada más de él excepto que no podía verla en las mañanas o tardes por su propia seguridad.  Solo lo haría en las noches y por escaso tiempo, tampoco le explico el motivo. Ella accedió de muy buena gana, como se tenía que esperar de alguien con sus gustos y aficiones.
Parece que el monstruo sabía mucho sobre la cultura humana pues hablaba de forma refinada y bien actualizada. Le prometió llenarla de dinero siempre y cuando obedezca lo que le había dicho, y sobre todo, jamás la traicionase (nunca supo cómo podría traicionarlo y aun sabiéndolo, jamás le hubiera hecho eso a alguien que amaba tanto). Me dijo que todo lo que él le otorgaba lo guardaba en una cajita en el banco y solo retiraba lo necesario, después de todo no quería llamar la atención de ningún codicioso. Con su envidiable situación financiera hubiese dejado el asqueroso departamento hace mucho, pero sabía que solo podría ver a su amado en ese sitio. Esto, cree ella, debido a que a Anfitrión se le habría encargado completar una tarea en el edificio y este la retrasaba a propósito para mantener su sórdida relación. La naturaleza exacta de esa misión le es completamente desconocida, no se habría animada a indagarlo a fondo pues realmente no le importaba mucho.
Antes de darse cuenta lo tenía en la cama copulándola. Al principio fue muy doloroso, me dijo, su fisionomía incompatible con la suya tornaba… (No quise atender muy bien esta parte). Después de un tiempo empezó a golpearla e imprecarla. Solo lo hacía en el acto sexual así que Irma creyó que se trataba de una actitud común entre los de su especie y se lo dejo pasar. Se habituó rápidamente y después de un tiempo también empezó a gustarle. Pero Anfitrión también tenía otro vicio. La bebida. Se tomaba botellas enteras que ella compraba cada tarde y según cuenta, le afectaban como a una persona cualquiera. Ella no se atrevía a sonsacarle secretos en su habitual estado de embriagues, no porque no tuviese curiosidad pues esta no le faltaba. Esperaba pacientemente que él estuviese listo y dispuesto a decírselo todo por gana propia. Como toda mujer enamorada haría.
La visitaba casi todas las noches. Podía entrar a nuestro mundo luego que ella terminase un ritual protocolar a una determinada hora pactada. La mayoría de las veces, “estaba con ella” una o dos horas y luego del maltrato se marchaba diciéndole lo especial que era y cuanto la amaba. Siempre le dejo dinero como si de una prostituta se tratase. Las contadas veces que no se veían eran cuando él así lo decidía. Si eso pasaba Irma obviamente no efectuaba el ritual y se dedicaba a pensar en su amado y el maravilloso espacio que ella ocupaba en su vida.
De pronto detuvo su relato. No había que ser un genio para dilucidar lo que se venía. Le tome de la mano delicadamente y la frote para calmarla. Ella me aferro con más fuerza.
Era momento de rememorar su ruptura.
El día anterior al, suceso, Anfitrión se habría excedido con los golpes y ella no se sentía con fuerzas para poder aguantar el maltrato (fue justo la ocasión que trate de espiarla y me acobarde frente su puerta). No izo el ritual habitual, ¿quien la culparía? Prefirió descansar. Tal vez así le bajaría la hinchazón y le sanarían las heridas en la espalda que él había provocado. Se disculparía cuando estuviese mejor. Pensó que la comprendería.
Gran error.
¡Un error catastrófico! Pasadas dos horas de la hora protocolar, Anfitrión estaba de pie furibundo en el departamento. Irma se encontraba durmiendo tranquila cuando de improviso sintió tremendo golpe seco en el estomago.
-          ¡MALDITA PERRA TRAICIONERA Y MENTIROSA!- Había dicho al momento de efectuar el poderoso porrazo. - ¡TE CONFIO TODO Y ASI RESPONDES!- Bramo cacheteándole la cara.
Me conto que de repente todo el amor que sentía por la asquerosa criatura se convirtió en miedo. ¡Terror! Estaba sorprendida, había llegado a nuestro mundo sin su ayuda. Eso significaba que ahora podía hacerlo cuando quisiese y todo por culpa suya.
Trato de razonar con el pero estaba frenético, no escuchaba excusas, solo propinaba golpes y maldiciones. Entonces y solo desde ese momento se dio cuenta que no merecía esa mierda de nadie y menos de un ser tan repugnante. Ahora lo odiaba y no quería volver a ver su asqueroso rostro jamás. El encanto se había perdido por completo.
Desconoce cómo, pero le hablo en un idioma que seguro solo él conocía (que fue cuando mi oreja entro en acción). Lo amenazo con utilizar eso que sería capaz de aniquilarlo (no me dijo de que se trataba pero tampoco se lo pregunte).
Anfitrión estaba confundido, me dijo. No comprendía cómo su esclava sexual, con la que había tenido tanto cuidado en no filtrar información importante, de repente hablaba su idioma y no solo eso. También sabía el único método para matarlo en su mundo. Pero rápidamente su sorpresa se convirtió en ira, una ira perversa. No le importaba que supiese su debilidad, prepararla llevaba tiempo y ambos brazos, Irma no contaría con eso después de que terminase con ella. La levanto de la cabeza como a una muñeca de plástico y también le tapo la boca para evitar que pidiese ayuda. Fuera por algo de cariño, misericordia o tal vez sarcasmo le despojo de un solo miembro, el brazo derecho.
Acto seguido le propino un violento empujón que la despacho contra su estante y rompió varios vidrios en el proceso. Horas después despertó hecha una desgracia y con una jaqueca aberrante. Al recordar lo sucedido se cubrió la laceración y decidió pedir ayuda. Lucho contra la poderosa migraña y se dirigió a mi puerta tambaleándose. Cuando finalmente llego supo que había excedido sus energías y poco tiempo después perdió la consciencia. Fin de su relato.
De seguro yo tenía tremenda expresión de bobalicón pasmado. Aunque debo admitirlo, toda la historia tiene coherencia, de hecho encaja a la perfección pero aun hay una duda. ¿Qué hay del brazo?, ¿cómo logro lacerárselo de tal manera?
No lo menciono exactamente pero era obvio que ignoraría mi pregunta cómo había hecho antes o saldría con una respuesta descabellada. Además no quería herir su sensibilidad ahondando en detalles dolorosos. De inmediato me vino a la mente el sonido de las aspas gigantes y el chapoteo por el agua, pero supuse que tendría una explicación perfectamente razonable. Tal vez lo izo con un jodido aparato desaparece brazos portátil, yo que sé.
Solo hay una cosa que sé a ciencia cierta. Pudiese haberla salvado si no fuese tan cobarde. La culpa me acongojaba el pecho con sus álgidas tenazas y espinas punzantes. Verle el rostro dolorido y apesadumbrado solo acrecentaba mi vergüenza. Tenía que confesárselo, tenía que liberarme.
-          Yo escuche todo a través de las paredes. Soy una mierda, no me atreví a hacer nada, lo hubiese detenido pero me venció el miedo.-  Confesé con lagrimas amargas de impotencia. No me creía nada el absurdo relato de Anfitrión bicho o alíen del infierno, pero, lo cierto es que hubiese podido intervenir y evitar que ese infeliz le hiciera lo que le hizo.- Tal vez lo abría ahuyentado pero no, soy un pusilánime y no merezco verte a los ojos.
-          No.- Respondió secamente.- Tu no hubieras logrado nada, solo que te matara.- El comentario me hirió en lo más profundo del escaso orgullo masculino que aún conservaba. Lo que más me dolió fue su forma de decirlo, no sus palabras.  Estaba tan convencida, en serio creía que toda aquella locura había pasado.- No tienes porque sentirte mal por mí, yo me lo busque desde un principio pero te lo agradezco mucho.
-          ¿Piensas que no le hubiera hecho daño?, no te culpo, supongo que no sabes que tengo sábila en una maceta – Declare jocoso. Ansiaba ver su hermosa sonrisa una vez más.
-          Y eso que, ¿eres una especie de Popeye el marino y te da súper-fuerza o algo así?- Respondió notando mi tono.
-          No, pero tengo buena puntería y la maceta es pesada.- Broma estúpida pero efectiva.
Su risa era hermosa como siempre. No importaba la situación o el lugar. En Cochabamba, en Sucre y hasta en el mismo infierno invadía mi alma y le llenaba de dicha. No me importaban sus ojeras oscuras ni sus ojos enrojecidos por el insomnio, no me importaba su brazo o su paradero, no me importaba su cordura, no me importaba nada, siempre iluminaria mi vida.
Fue hermosa pero fugas como todo lo bello que existe en la vida. Luego volvimos al doloroso asunto tratado. El tema Anfitrión.
-          Lo que te dije, no lo debe saber nadie, pensarían que estoy loca y me encerrarían- Dijo con seriedad y susto- ¿Tú me crees Adam?- Añadió luego notando mi mueca de asentimiento.
-          Yo, pues, no podría decirte que no, pero, tú sabes es todo tan raro que…- Basto eso para responder su pregunta.
Volvió a bajar la cabeza.
-          No te culpo. Quizá si este loca, de hecho espero estarlo…
-          Te equivocas, yo no creo que estés loca ni nada de eso.- Mentí descaradamente.- Solo pienso que has pasado por mucho y necesitas un descanso. Como cuando estábamos en Cochabamba ¿recuerdas?- Trate de animarla.- Siempre íbamos a comer helados en la pastelería que estaba frente al colegio y tú eras la única que compraba el amargo, solo necesitas un helado.
-          Ojala todo fuera tan fácil.- Condujo las yemas de sus dedos a su frente.- Ambos sabemos que esos buenos tiempos no volverán nunca y todo es mi culpa.- Dejo caer sus cálidas lagrimas sobre la bata de hospital. Parecían pequeñas perlas opacas.
En ese momento volví a jurarme a mí mismo que atraparía y mataría a Anfitrión aunque perdiera la vida en ello. Pero antes debía proteger a Irma, tenía que salvarla de seguir cayendo a la locura.
-          Vete de la ciudad, volvamos a Cochabamba juntos.- Lo decía en serio. Dejaría todo por ella y lo sabía.- Estarás conmigo, no te dejare sola.
-          No serviría de nada, ahora sabe como venir sin mi ayuda. Me hizo esto para recordarme que le pertenezco.- Declaro totalmente convencida. Me estaba cansando de sentirle lastima, su actitud era realmente exasperante. - No necesita mis brazos o piernas para hacer lo que hace y sabe dios que se muere por tenerme de nuevo. Pero antes prefiero estar muerta que volver a tocarlo.
-          ¡Despierta ya Irma! Ese maldito maniático volverá por ti y esta vez te matara.- Gruñí enfadado al notar que seguía con sus locuras. Tal vez si le exponía la realidad  de esa manera reaccionaria.- ¡Larguémonos de esta jodida ciudad!-
Me miraba con sorpresa y ¿satisfacción? Una pequeña sonrisa surcaba su rostro demacrado.
-          Solo dame una semana más. Tengo que ordenar mi mente, dejar algunas cosas y luego, luego me iré contigo a Cochabamba a comer ese helado amargo de uva, te lo prometo- Note la sinceridad en sus palabras, parece que al fin había comprendido.
-          ¿Es una promesa? - Le acaricie el rostro y limpie sus lágrimas.
-          Es una promesa.- Me dedico una mirada dulce y amena.
Creo que está curada. ¿Lo hice yo? Sí, soy tremendo loquero.
Una enfermera interrumpió el momento anunciado que ya habían pasado veinte minutos del horario de visita y tendría que largarme. Que oportuna. Me despedí de Irma con un beso en la frente y prometí visitarla más tarde.
-          No hace falta.- Respondió mientras volvía a coger el gatito de peluche.- Me darán de alta mañana.
-          Con más razón. Necesitaras a alguien que te ayude a recoger tus cosas.
-          Te digo que no hace falta…
-          No discutas hermosa.- Le di la espalda para evitar encontrar su mirada enfadada.- Vendré por ti, mañana.
Me aleje de su presencia por evitar más negativas.
-          Espera un momento.- Exigió.
-          Ya te lo dije, yo…- Si trataba de persuadirme perdía su tiempo.
-          Creo que te quiero.- Me quede estupefacto, aun le daba la espalda.- Me refiero a, más que a un amigo.
Me disponía a darme la vuelta y decirle lo mucho que también la amaba. Desde siempre. Desde antes que toda esta mierda pasara. Desde el colegio, desde el primer día que llego a mi vida esa nublada mañana de marzo. Y así iba a hacerlo, pero entonces ella dijo:
-          Ya puedes irte.
Obedecí. Me aleje a la puerta de salida tembloroso y confundido. ¿Qué diablos acababa de pasar aquí?
-          Yo te amo.- Declare aun sin verle el rostro.- Siempre lo he hecho y siempre lo hare. Tenía dibujada una ridícula sonrisa de oreja a oreja, no me siento mal de admitirlo. 

Letargo Esplendoroso

Carlos Xavier Paredes Gorena



V.             
       
Desdichas y regalos.

¡Finalmente!
Habían pasado semanas extensas pero por fin se encontraba en condiciones para verme. De hecho los médicos animaron mi visita, al parecer no recibía ninguna que no fuese policiaca o de la prensa. Es obvio que su padre está enterado de todo, ¿no debería encontrarse consolando y protegiéndola? Que yo sepa siempre había sido un hombre distante y poco accesible, pero, ¿le interesaba en lo más mínimo? ¡Dios! ¡Es su única hija! Esta algo descarriada, lo admito, pero uno no trae hijos para abandonarlos a su suerte e ignorarlos en sus peores momentos. Jodido imbécil, es indignante.
Me introduje en su cubículo solitario intentando no levantar mucho ruido cosa que no resulto fácil. Las bolsas llenas de regalillos y entremeses desabridos (lo usual para alguien que está internado) que sujetaba en ambas manos podrían haber alertado a un oso perezoso. No obstante Irma no pareció inmutarse.
Estaba postrada en la cama. Se sujetaba el sector donde otrora estaba su brazo y tenía la vista perdida en la ventana. Pronto comprendí el motivo de su abstracción. Fuera, en la pequeña plazuela del hospital podía divisarse una escena fútil pero enternecedora. La pareja de amantes que se hallaba observando paseaba muy acaramelada susurrándose cosas alegres y obsequiándose besos cariñosos. Se sujetaban de las manos.
Me quede estupefacto. ¿Qué podría decir para aliviar semejante desdicha? Ni siquiera podría imaginar por lo que está pasando. Dolor, pérdidas y desamor. Mezclar todo ello de golpe debe ser un coctel terrible. Estuve tentado a retroceder en mis pasos y volver más tarde, tal vez comprar más  peluches, pero no fue necesario.
-          Hola Adam, ¿qué tal todo?- Saludo sin apartar la vista de la escena romántica. Su voz se escucho débil y apesadumbrada. Distaba tanto de su acostumbrado tono sereno y sarcástico que bien podía haberse tratado de otra persona.
-          Yo…  No se.- Había repasado tanto las preguntas que debía hacerle, no tenía planeado otra cosa y ahora balbuceaba como idiota.
-          ¿Esos peluchines son para mí?- Cuestiono obsequiándome una mirada sonriente.
Tenía unas ojeras pronunciadas y los labios resecos. El cabello lo llevaba sujeto pero desaliñado. Su mano izquierda aferraba la manga deshabitada donde tendría que estar el brazo perdido. Se ruborizo avergonzada y bajo la mirada. Sus ojos aun debelaban vestigios de llanto, yo me encontraba a punto de seguir su ejemplo.
-          Si, y también el yogur y las galletas.- Me acerque tambaleante. Destrozaba el corazón verla así. Sufría y no tenía a nadie en este mundo. Nadie más que mi cobarde y ponzoñosa persona.
-          Gracias.- Acomode los regalos en su pequeño tocador metálico.- La comida del hospital es terrible.
-          Dicen que le ponen montones de cosas para mantener a los pacientes zombificados.- Sonrió. Misión cumplida.
-          Yo creo que solo les hace falta poner un poquito de sal.- Declaro invitándome a tomar asiento.
Se balanceo para coger el gatito de felpa que había dejado en el tocador. Sin su brazo le era difícil. Hice un ademan para alcanzárselo pero no lo permitió. Comprendí el grito escondido en su mueca. Había perdido una parte de su cuerpo pero aun era independiente. 
-          Es un lindo gatito.- Le acaricio los bigotes.- Me gustan los gatitos.
-          Irma.- Tenía que hacerlo o no me lo perdonaría.- Crees que, tú sabes, ¿Crees poder hablarme de, eso?
-          No tengo nada que decir.- Respondió sin apartar la vista al animalillo.- Si dudas algo puedes consultar los periódicos.
-          Vamos.- Intente sonar seguro pero no lo conseguí del todo.- Ambos sabemos que no saben nada.
-          No sé a qué te refieres.
-          Sí que lo sabes.- Me invente un tono serio.- Estoy aquí por respuestas y no me iré sin unas cuantas.
Callamos por varios segundos.
-          ¿Por qué te interesa tanto?- Una pregunta razonable.- No es tu asunto y harías bien en recordarlo.
-          Pues…- Maldición, me desarmo.
-          Lo siento Adam, esto es cosa mía y pretendo mantenerlo así.
Me irrito. No fueron sus palabras, admito que no les faltaba razón, fue el tono de su voz. Tan frio, tan distante ¿Es que acaso no era obvio lo que sentía por ella?
-          Yo.
-          ¿Tú qué?
-          Yo.- Me traspiraban las manos, las seque en mis rodillas.- Yo solo quiero ayudarte.
-          No necesito ayuda de nadie.
¡Es una terca del demonio!
-          ¡Por favor Irma! – La indignación se apodero de mi boca.- ¿¡No te das cuenta que ese desgraciado podría estar acechándote ahora mismo!? ¡Tengo que detenerlo!
-          No tienes idea de quien estás hablando. El, él está fuera de  tu alcance, fuera del alcance de cualquiera.- Podría tratarse del mismísimo “Eduardo manos de tijera”, me da igual. ¡Ese maldito animal estaba suelto y no parecía importarle!
-          ¡Seguro está esperando a que estés sola y sin vigilancia para terminar su trabajo!- Me levante de la banca y menee las manos como si fuese un histrión inspirado.- ¡Si no hago algo va a matarte!  ¿¡Como narices puedes seguir protegiéndolo!? – Estruje las sabanas del borde de su cama sin darme cuenta.- ¡Quieras o no soy lo único que tienes y harías bien en apreciarlo!
Bajó la mirada, su cabello me ocultaba su rostro. La expresión que tenía en ese momento me era un gran misterio, pero, supuse que no era nada alegre.
-          Espera, lo siento, yo no quise…- Estaba hecho, lo había arruinado. Quizá lo mejor sería salir de la sala y de su vida para siempre.- Es solo que, Irma, tu sabes, sabes lo que siento por ti…-  Volví a mi asiento de manera nerviosa.
Permanecimos en silencio sin siquiera mirarnos. Mis ojos estaban demasiado ocupados viendo el sudor que empapaba mis manos, y había mucho más de eso en mi frente. Mis orejas captaron su respiración agitada y errática. Con un demonio, me sobrepase, ¡Soy un maldito imbécil insensible!
-          ¿Qué quieres saber? – ¿Me engañaban mis sentidos? ¿Finalmente había comprendido mi preocupación?
No podía perder semejante oportunidad. Si estaba dispuesta a hablar yo estaba feliz de escuchar. Pero, tendría que enmascarar mis preguntas en tonos tenues y apenas sugestivos para no provocar otra situación embarazosa. Es más fácil decirlo que hacerlo.
-          ¿Donde crees que este Anfitrión en estos momentos?- Pregunta obvia pero necesaria.
-          No lo sé, supongo que estará enterado que sobreviví y escapara del país o algo así.-  Claramente mentía. ¿Si no por que seguiría evitando mi mirada?
-          Bien.- ¿No es lo que les había dicho a todos? Policías y reporteros, personal médico y curiosos, engañados por las mismas respuestas encriptadas. ¿Acaso yo le parecía igual de ingenuo?
Ella sigue mintiéndome. Aun después de mi, casi, confesión amorosa. ¿Estaba enfadado?, si, ¿volvería a perder los cabales?, diablos no. Si quería acercarme a la verdad tendría que escarbar entre sus farsas y soy tremendo topo. Habrá que seguirle el juego.
-          Entonces. ¿A dónde crees que, “escape”?
-          No tengo idea.
Maldición, no estaba logrando nada. Tendría que arriesgarme a ser más inquisitivo. Solo espero no ofenderla demasiado.
-          ¿Cómo lo izo?- Me froto el brazo que a ella le falta.- ¿Con magia o algo así?- Lo dije en juego esperando ver su reacción.
-          No tengo idea, me desmaye por sus golpes y luego desperté así…
Me aburrí de su farsa e hice un movimiento aun más arriesgado, pero, resulto darme buenos frutos. Utilice mi habilidad de actuación.
-          Lo sé todo, no tienes por qué seguir ocultándolo. Ley el cuaderno, si vuelve ya sé cómo detenerlo, lo investigue toda la noche- Si era lo que ella pensaba (algo sobrenatural) daría resultado.
Levanto la cara y me dedico una mirada sorprendida.
-          ¿Cómo lo hiciste? - Sus ojos iluminados de esperanza confirmaron el éxito de mi engaño. Efecto secundario, me sentí como una apestosa bolsa de basura.- ¿El contacto contigo?
-           Lo lamento. Pensé que era lo que querías oír.- Volvió a bajar la mirada.- Tú estabas haciendo lo mismo conmigo, no tenía otra elección.
-          Así que me engañaste.- Arrojo el gatito de peluche en mi dirección. Me golpeo el pecho con fuerza. Merecía más que eso, mínimo que me suelte un tigre hambriento.
-          Por favor Irma, dime todo lo que sepas. - Coloque su felpudo regalo en el taburete.- Solo quiero ayudarte.
-          No creas que eres buen actor, Adam Faunos. Es solo que, no te imaginas lo mucho que necesitaba esas palabras.- Creo que puedo hacerme una idea.-  Me tienes, no digas nada a nadie- Su voz sonaba resignada pero a la vez aliviada.
Estaba hecho. Al fin sabría el secreto de Irma.