Letargo Esplendoroso
Carlos Xavier Paredes Gorena
X.
El misterioso Anfitrión, revelado.
Me encontraba forrado hasta los dientes con las más poderosas
armas que creó el planeta tierra. La pistola que representaba el mayor vestigio
de poder masivo humano en la mano derecha. Y una maceta pequeña con un retoño
de sábila representando el poder ilimitado del mundo vegetal en la mano
izquierda. Si Anfitrión era un bicho espacial lo pagaría muy caro. A decir verdad
me sentía más tranquilo con la pistola.
El departamento de Irma se encontraba vacío. Como me mostro
hace unas horas la mayoría de sus cosas estaban empaquetadas y en su lugar.
Listas para el viaje.
-
Irma estoy aquí. Traje la escopeta- Tal vez se encontraba amordazada,
pero si no, debería de contestarme. Nadie respondió. Recapacite, si Anfitrión
me oyó sabrá que vengo armado, soy un idiota.
El nivel del agua (ya me llegaba a los tobillos) era superior
al del pasillo y la corriente parecía ser levemente más fuerte.
El humo se disipaba poco a poco. Pude ver con algo de
claridad gracias a la ventana del balconcillo, no era mucho pero era una ayuda.
Me acerque cautelosamente a la sala para ver el sitio del círculo y tal vez
encontrar una fogata suspendida y a Anfitrión manos de hacha y boca de
aspiradora manchado de sangre violando a mi Irma en silencio. Pero estaba
vacío, el círculo estaba tan borrado como lo había dejado hace dos días. No di
tres pasos cuando me percate de algo.
Luz, luz verde y ruidos raros. Provenían de la habitación de
Irma.
Se me helo la sangre al percatar los aterradores sonidos, la extraña
luz verde casi fosforescente solo atenuaba el sentimiento. Estuve parado
vacilante por lo que parecieron horas, pero al fin me decidí. No podía ir tan
lejos y echarme atrás, esta vez no. Además Irma me necesitaba y debía salvarla.
Todo se pierde excepto las esperanzas.
Me acerque cautelosamente para tratar de no ahuyentar a
Anfitrión.
Estando cerca a la puerta me di cuenta de algo curioso. El agua
verde que me había acompañado en todo momento (desde mi departamento hasta la
sala de Irma en la que me encontraba ahora) había sido una sustancia de color
claro, pero ahora se mostraba sutilmente oscura. Además parecía seguir una leve
corriente. Había encontrado el origen del líquido, salía de su habitación.
También me percate de otro aspecto. Los toquecillos de “formas” en los tobillos
se hacían más recurrentes.
Llegue a la puerta de su cuarto, estaba medio abierta. Al
principio no lo vi claramente, pero luego reflexione que no todo en el mundo
tiene una explicación razonable. El agua y la luz salían de un círculo enorme
en la pared, era idéntico en tamaño y forma al que izo Irma en la sala pero
este no parecía llevar contorno de cera.
El humo también salía de esa dimensión desconocida. Comenzaba a
difuminarse por completo, era soplado levemente por un viento casi
imperceptible.
Como dije antes la puerta estaba medio abierta y solo me
dejaba ver el circulo. Los ruidos que acababa de oír aun seguían sin tener explicación.
Eso no duraría mucho.
Cogí la aldaba humedecida y titubee por un momento ¿en verdad
pensaba hacerlo? Por Irma sí, lo que sea. En un arranque de adrenalina empuje
la puerta y descubrí al horror de horrores.
Era Anfitrión en toda su gloria.
Quede boquiabierto al contemplar semejante imagen.
Casi suelto la pistola y salgo corriendo, si por miedo o
valor mis pies no respondieron a mi cerebro. Tenía agarrada la culata del arma
de forma torpe y temblorosa. Ni el más viril macho lo hubiese afrontado tan audazmente.
Estaba de espalda y media dos metros, tal vez más pero no
menos.
-
AL FIN LLEGASTE CACHO DE CARNE…- Saludo mi rival de amores. Yo le
encañone el arma y apuntaba a matar.
Era repulsivo. Una sátira cruel y aterradora de la forma humana.
Un bulto enorme de piel sin pelos o vellos. Irma no estaba loca pero no puedo
creer que alguien cuerdo pudiese enamorarse de algo así.
Estaba completamente desnudo (¿donde hallaría ropa que le
quede?). Todo su cuerpo se encontraba cubierto de una reluciente epidermis
semejante a la humana al menos por el color rosáceo. Parecía una gran masa
amorfa de carne. Repulsivas lonjas (o músculos) le colgaban por todas partes
del cuerpo frondoso. Saltaba a la vista una columna vertebral con huesos sobresalidos
que asemejaban a los de un estegosaurio chino debido a su aterradora forma
resaltada en piel. Al parecer tenía pies fornidos pero cortos para su
metabolismo superior tan enorme.
Giro para plantarme cara. Tenía hombros enormes y macizos que
parecían más grandes que su cabeza. Me recordaban a los omoplatos de un gorila,
sus proporciones eran muy similares. Dos brazos gordos salían de cada uno de
ellos, estos a su vez estaban formados por un trió de tentáculos o venas
gruesísimas unidas en giros para desembocar en lo que seguramente eran tres
poderosos dedos tentaculares. Su cuello era gordo y ancho cual tronco de
secoya. En la parte derecha del pescuezo tenía un bulto horripilante, estaba
conectado a la espalda por una gruesa vena colgante que se le enlazaba y
fusionaba. El cordón de carne era tan amplio como una anaconda y tenía un color
rosáceo humano predominante que cambiaba de tonalidad en la parte inferior de
las uniones.
La cabeza, parecía no tenerla, era como una continuación larga y gorda de la
nuca que terminaba en una masa achatada y redondeada. Pero vaya que lo era pues
en ella se albergaban un par de espantosos ojos hundidos y brillantes. Sus
cejas pronunciadas y exentas de vello jamás podrían ocultarlos de mi vista
aguda. No eran aterradores por que fuesen diminutos para el volumen de su cráneo,
o porque estuviesen tan separados uno de otro. Lo espantoso de ellos era su naturaleza
ambigua, casi parecían ojos humanos. El iris blanco y la pupila verde, nunca jamás
lo olvidaría.
No tenía nariz, más si unas aberturas alargadas a cada lado
donde debería estar una. Izquierda y derecha, como fosas nasales, se confundían
con feas arrugas., Literalmente tenía una gran sonrisa, su boca era titánica.
Su enormidad y anchura, tantee en mi cabeza, fácilmente duplicaba a la de una humana.
Los labios rosados y carnosos ocultaban un montón de dientes pirañescos
pequeños y afilados, parecían cientos. Tampoco poseía orejas o no eran las
convencionales. No estoy seguro pero creo que los dos agujeros uno arriba y
otro abajo en cada lado de su cuello cumplían esta función, eran pequeños y
estaban cubiertos por una membrana que semejaba la de sus labios.
Su abdomen era tremendo. Le sobresalían dos carnosidades
enormes de color rosáceo oscuro, una en el pecho y otra en la cintura. La
primera en la parte izquierda, era más pequeña que la segunda, situada unos
centímetros abajo. Ambos bultos se conectaban por medio de una vena rosada del
grosor de un cable eléctrico domestico (era similar al de nuca-espalda en color
y forma). Su respiración, mejor dicho, jadeo, era inquietante. Pareciese que el
oxigeno recorría todas las venas pasando por todo su cuerpo.
Le faltaban pezones y ombligo, aunque en la barriga tenía una
raya vertical corta que tal vez explicaría este último. Le colgaba de las
piernas asquerosamente un enorme pene despellejado y rojizo que parecía más una
víbora cornuda por su largo, ancho, y movimientos sutiles.
¿No me había dicho que tenía un miembro enorme? Ahora
concuerdo con ella. ¿Qué otra cosa dijo de Anfitrión? “Parece la extraña
combinación de humano, demonio y extraterrestre”. Cuánta razón tenía Irma.
Poseía rasgos humanos obvios; la piel, los ojos y tal vez las
piernas (aunque no logre verle los dedos debido al agua y humo que los cubrían).
A la par, tenía características que desafiaban la imaginación de cualquier
soñador gótico o ufólogo. Eran quiméricos; su desorbitante columna picuda, sus
brazos largos y tentaculares, su cabeza corta y rolliza, su extraña nariz o la
falta de ella, la enorme boca con dientes pequeños y afilados, los agujerillos
que tal vez eran orejas y la extraña disposición separada de sus ojos. Todo su
cuerpo en general estaba minado por tumores grotescos y venas que aparentan
boas recorriéndolo de espalda a cabeza, de pecho a cintura y muchas más
abultadas dentro su piel. A esto le agregamos su enorme miembro masculino cuya
apariencia asemeja una culebra.
Anfitrión era la
combinación sublime de espantoso y desagradable.
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