jueves, 14 de febrero de 2013


Letargo Esplendoroso

Carlos Xavier Paredes Gorena



VII.
                 Preparativos.

Me importo un pepino la odontología, Sucre y su jodida universidad, todo lo mande al demonio. Lo único que me interesaba es que al fin era correspondido por la chica de mis sueños. ¿Y que si tiene gustos raros? Tal vez con suerte los dejaría (después de todo lo que ha pasado seguro que eso terminara por ocurrir). Si no la enviaría a un sicólogo, siquiatra o lo que sea que necesite. Aunque creo que no hará falta, me tiene a mí.
Con mi ayuda olvidaría todo lo malo que experimento en Sucre. Con mi ayuda olvidaría toda esa basura gótica, las pinturas, el cuaderno. Con mi ayuda olvidaría a Anfitrión. Puedo lograrlo. Después de todo ¿el amor lo puede todo verdad?
Mi familia me entendería. Es más, incluso recuerdo que se opusieron a mi decisión de alejarme de Cochabamba desde un principio. No estarían tristes pero tampoco tan felices, eso sí, decepcionados. Empecé a empacar lo poco que tenia. Mis libros, mi escasa ropa, mi televisor pequeño, mi maceta de sábila, mi pecera vacía. Todo lo fui encajonando dominado por un optimismo que parecía indestructible. Se vea de donde se vea lo había logrado, conseguí el amor de una diosa. Nada ni nadie me separaría de ella ahora.
Irma fue dada de alta al día siguiente. La recogí ataviado con mis mejores prendas (llevaba puesta mi chamarra de la buena suerte). Cuando la vi se agacho un poco y me dio un beso en los labios (fue tanto o más dulce del que hubiese imaginado). De inmediato comprendí dos cosas, la primera, oficialmente ya éramos pareja, la segunda, era el hombre vivo más feliz sobre la faz del planeta.
Lastimosamente no pude hablar mucho con ella después de eso. Tenía que encargarse de atar algunos cabos sueltos antes de su partida e insistió en hacerlo sola. La idea no me hizo gracia. Finalmente accedí mientras aceptase una condición, tendría que estar escoltada por un par de fornidos policías, guardarían su distancia pero intervendrían si acaso habría que hacerlo. Al principio renegó de la idea pero termine convenciéndola. Yo mismo los contrate, dos en la tarde y otros dos en la noche (ya que aun no podíamos convivir en el mismo departamento, faltaba más). Eso es bueno.
Cuando volvimos a vernos le informe que casi todas mis cosas, excepto el catre y la cocina estaban bien empaquetadas y listas para el viaje. Dijo que contrato cargadores que harían todo por ella y mi ayuda no era necesaria, insistió. Viajaría ligera, decidió dejar todo lo malo en el sucio departamento. Me aviso que llevaría únicamente ropa y algunos objetos personales. El resto de las cosas las dejaría a voluntad de la anciana portera. Dejaría atrás sus libros, sus cuadros, las botellas de licor medio vacías y olvidaría todo lo que la apresaba al mortecino lugar. Dejaría en Sucre, que es donde debe quedarse, la pesadilla que vivió con Anfitrión.
No dude de ella ni un segundo. Igual me lo confirmo Jamir, el mismo amigo policía que la había interrogado antes, ahora era uno de sus guardianes y mi espía privado. Dijo que hacíamos bonita pareja, si jugando o no lo desconozco pero me encanto el comentario.
El resto de la semana la emplee dando a conocer mi baja en la facultad y despidiéndome de un par de amigos. Siempre puedo ir a la universidad en C.B.B.A. el próximo año. Esta ciudad solo nos trajo tragos amargos. Pero si debía agradecerle algo aunque no esté muy bien hacerlo. Me acerco y luego unió a Irma.
Hablábamos todo el día y algo más en la noche. Siempre seguros bajo el ojo guardián de los escoltas, cosa que no me molestaba en lo más mínimo. Estábamos tan entusiasmados. Nuestros planes eran simples y perfectos. Volveríamos a nuestra ciudad natal para poder explicar todo a nuestras respectivas familias y recibir nuestros merecidos regaños y jalones de orejas. Luego, ¡luego el paraíso!
Ella misma sugirió unas vacaciones soñadas viajando al país que quisiésemos. El dinero que tenía en el banco (facilitado por Anfitrión obviamente) alcanzaría y sobraría para el más loco y absurdo deseo que tuviésemos. Después de eso, dentro de un año entraríamos a la facultad y estudiaríamos la misma carrera. Administración de empresas o lo que sea, (mi leve estadía en odontología me dio cuenta que tampoco era cosa mía, dejaría que ella decida por los dos esta vez). Y en cuanto a Anfitrión, parecía que lo único que nos recordaba que hubiese existido era la eficiente escolta policial. En ningún momento hablamos de él o del brazo que se había llevado. Eran cosas del pasado distante.
Pasado pisado, tragado y nunca regurgitado. Olvide todo el morboso escándalo que escuchaba en mis trasnochadas curiosas. Olvide sus gritos de placer y excitación. Olvide mi odio y rencor. Lo olvide todo. O eso quería creer.
A partir de ahora estaríamos juntos y nadie podía separarnos.
En las noches seguía durmiendo en ese perverso departamento. Era muy pronto para compartir la vivienda, no hacía falta escucharlo, lo notaba en su mirada. Igual yo estaba satisfecho. Se encontraba bajo el cuidado de los bien entrenados y fornidos policías contratados para someter a cualquier sospechoso que tratase de entrar a su recinto. Se pasaban toda la noche en la planta que habitábamos, siempre vigilando su puerta desde el pasillo. Me aliviaba oír sus toscos estornudos o pláticas chismosas a través de mi puerta y no puedo manifestar el sentimiento de paz que sentía cuando salía al pasillo de madrugada y lo notaba cubierto de humo de cigarrillo, señal que se habían marchado hace poco y serian remplazados dentro de otro poco. Si Anfitrión trataba de lastimarla de nuevo caería por sus balas, estoy seguro de eso.
Se acercaba el día del viaje y mi expectación se tornaba casi palpable. Era martes y los boletos de avión primera clase (que compro ella) eran para el jueves.
Yo me encargaba de todo lo referente al traslado mientras Irma iba y venía exhausta por cumplir con todos sus compromisos. Supongo eran varios pues los últimos días la veía solo por dos o tres horas. Los guardias que la seguían no notaban nada particularmente raro en su comportamiento. Mi amigo me dijo que la mayoría de las veces la acompañaban a casa de ciertos individuos medio extraños a devolver libros y papeles igualmente extraños. Se lo tomaba muy en serio, como me lo prometió, dejaría todo lo profano que tanto le gustaba gracias a mí. También me dijeron que fue un par de veces al banco. Supongo que trasladaba su cuenta del B.N.B. a Cochabamba o algo por el estilo (nunca tuve un centavo ahorrado así que desconozco esos procedimientos). No quería admitirlo pero creo que Irma y yo no tendríamos problemas económicos por mucho tiempo.

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